EL ESTADO MENTAL DE LA JUVENTUD
Había un hombre de 70 años que andaba por, el desierto perdido y tenía hambre y sed. Durante largo tiempo había caminado tras la búsqueda de la verdad y de sí mismo. A lo lejos, vio un oasis y hacia allá dirigió sus pasos.
Al aproximarse, distinguió un letrero que rezaba:
BIENVENIDOS A LA VILLA DONDE TODO PUEDE SER POSIBLE
Se acercó; con la esperanza de encontrar a alguien que le ofreciera algo de comer y beber. El viejo no daba crédito a lo que sus ojos veían; a lo largo del lugar había muchas casitas blancas, todo era luz y alegría.
Así pues, tocó en la primera puerta y de ahí salió un pequeño de 7 años de edad. Le dijo:
— Hijo mío, dile a tu madre, tengo hambre y sed pues llevo muchos días caminando por el desierto y no he tomado bocado.
— Pase usted buen hombre — contestó el pequeño.
— Sólo deseo un pedazo de pan y un poco de agua para calmar la sed.
En cosa de quince minutos el niño le trajo los manjares más apetecibles que el anciano hubiera visto en toda su vida. Sin cuestionar más, empezó a comer y el pequeño le traía más vino y viandas, las cosas más deliciosas del mundo. Cuando estuvo satisfecho llamó al chiquillo y le pidió que agradeciera a su familia todo lo que habían hecho por él.
— Tu madre debe ser una gran mujer — dijo.
— Sólo alguien que posea una gran bondad y sabiduría puede preparar estos manjares en tan poco tiempo.
— Mi madre no se encuentra en casa. Yo solo hice todo.
— Pero, ¡no puede ser! ¡Si tú tendrás a lo sumo siete años!
— Recuerde que todo puede ser posible en la VILLA DONDE TODO PUEDE SER POSIBLE — contestó el niño.
— Pero, ¿cómo es eso?
— Muy sencillo; dime, ¿cuántos años te gustaría tener?
— Ah, si eso fuera posible, me gustaría tener de nuevo 35 años.
No bien había terminado de formular su deseo cuando el anciano comenzó a recobrar su juventud. Las canas y las arrugas desaparecieron y por su cuerpo corría el vigor de un hombre joven. Soltó su bastón y exclamó:
— La Villa donde todo puede ser posible me devolvió la juventud — y salió corriendo lleno de felicidad.
Después de varias horas se paró a tomar aliento y dijo:
— No lo puedo creer. Hace un momento yo tenía 70 años y ahora tengo el entusiasmo y físico de un hombre de 35, pero cuento con la experiencia que me dio la vida. No lo puedo creer, no puede ser posible, debo estar soñando.
Inmediatamente con la duda, las canas volvieron a aparecer, su cuerpo comenzó a encorvarse y su aspecto volvió a ser el de un anciano de 70 años.
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